Cazador de Demonios - Capítulo 1: El camino no cesa

¿Has llegado aquí y no sabes muy bien de que va esto? Aquí tienes una descripción de mis intentciones con esta partida de rol en solitario, sino conoces el juego tengo una entrada reseñando Luna Roja, más en detalle tengo otra entrada comentando la forma en la que he personalizado el juego a mi gusto y por supuesto una entrada siguiendo los pasos de la creación del personaje.

Logo oficial del juego de rol Luna Roja en la web de Walhalla Ediciones

Les voy a poner en situación: Hay un capitán del Ejército Negro que lleva más de 50 años perdido entre Aaru, el mundo espiritual más allá del velo, y Ur, el plano material. Sea lo que fuere que le mantuvo prisionero en este trance ha conseguido superarlo y ahora, por fin, ha vuelto a Rukhia.

Por cierto, está es la hoja de personaje de Darvus al comenzar esta historia.

Hay al menos una cosa que tengo clara: Darvus no regresó como si nada. Lleva semanas postrado en una cama, cuidado por unas personas que aún no conocemos. La historia dentro del juego comenzará en el momento exacto en que despierte.

La primera pregunta que me viene a la cabeza es: ¿dónde apareció y quiénes lo encontraron? Aquí va la primera tirada de la partida en el Oráculo de Localizaciones de Rukhia:

  • 🎲 Definir la región 1d6 → (2) Viento Fronterizo.
  • 🎲 Definir el lugar 1d66 → (21) Las Ruinas de Orth.
  • 🎲 Definir la herencia de sus habitantes → (63) Angkors.

Empieza fuerte, porque Las Ruinas de Orth no son un lugar fácil de encajar en la historia. Me habría venido mejor una comunidad cualquiera. Esto es lo que sabemos de las ruinas:

Las Ruinas de Orth, al oeste de Atwa, albergan un laberíntico panteón lleno de trampas, glifos con secretos y furias acechantes. Sin embargo, su mayor peligro es el espíritu de un diablo traidor de la guerra de la Medianoche, que protege con fiereza su trono y su arsenal de valiosos objetos, incluido un poderoso fetiche.

En el mundo de Luis Montejano, un diablo que traicionó a los suyos en la guerra es menos trascendental que en nuestro Rukhia. Esto es debido a que en nuestra versión de Luna Roja, los diablos son auténticos señores dentro de Aaru. Aun así, voy a dar el beneficio de la duda y preguntarle al Oráculo del Destino si esta entidad es un Diablo o un Demonio.

¿Es el espíritu que reina en Las Ruinas de Orth uno de los señores del inframundo? No voy a inclinar la pregunta en ninguna dirección, busco un simple sí/no.

  • 🎲 Respuesta simple 1d6 → (3) No. ¡Casi!

En realidad, tiene más sentido que no lo sea. Sería raro que Luhariel, el príncipe de los diablos, permitiera que dos de sus señores vagaran libremente por Ur sin intervenir. Por lo tanto en Orth existe un Demonio, un sirviente de uno de los grandes diablos, que traicionó a los suyos y se ha asentado en unas ruinas al sur del bosque.

Seguro que te has preguntado ¿Cual de los 13 diablos es el que está vinculado a Darvus? Esa parte no la he dejado al azar, aunque por el momento la voy a mantener en secreto. Pero si te pica la curiosidad, te animo a que dejes tu teoría en los comentarios del blog. Iré dejando caer pistas aquí y allá.

¡Que me enrollo! Todavía ni he empezado con la fase de preparación. Como decía, esta localización no es fácil de encajar porque, en teoría, no debería haber ninguna comunidad viviendo en ella. Sin embargo, quiero forzar un poco la narrativa para que quienes cuidaron de Darvus sean personas. Así que voy a interpretar que unos saqueadores de las ruinas lo encontraron vagando por los alrededores y lo llevaron a su asentamiento. Veamos dónde está eso:

Mapa que úbica la ciudad de Viento Fronterizo, las Aldeas del Escarabajo Errante justo al sur, Las Ruinas de Orth en el boosque más al sur y ATWA ligeramente al oriente bañada por el río Ba-Trez.

Según el manual, "Las ruinas se extienden varios kilómetros al oeste de Atwa", pero no hay una localización específica en el mapa. Así que he decidido situarlas en este pequeño bosque al oeste de Atwa. Lo lógico es que la comunidad de saqueadores que encontró a Darvus provenga de las Aldeas del Escarabajo Errante, justo al norte de este bosque.

Esta zona tiene su propia historia dentro del manual de Luna Roja:

Las hordas de la progenie marchita avanzan desde el Gran Bosque, corrompiendo asentamientos a su paso. La tribu del Escarabajo Errante, en los barrizales orientales de Viento Fronterizo, ha sucumbido, y sus miembros sufren mutaciones insectoides. Solo un héroe tribal y su familia resisten, luchando contra sus antiguos compañeros en su asediada granja.

Antes de dar por cerrada esta puesta en escena inicial, quiero definir la relación de Darvus con esta comunidad que lo ha acogido. Para ello, haré tres tiradas en el Oráculo Augur de Luna Roja. Este oráculo está lleno de verbos que pueden inspirarme a entender las intenciones y sentimientos de estas personas hacia el personaje.

¿Cuáles son las intenciones de la comunidad con Darvus?

  • 🎲 Oráculo augur 1d66 → (43) Prometer.
  • 🎲 Oráculo augur 1d66 → (63) Liderar.
  • 🎲 Oráculo augur 1d66 → (22) Capturar.

Con esto ya tengo bastante para empezar.

Lo último que recordaba de aquella noche eran los ojos de la criatura. El Forjamundos tenía una mirada penetrante, alienígena. Mirarlo dolía. Había imaginado que aquel ser debía ser arrogante, déspota, incluso maligno. Sin embargo, frente a la cabeza cercenada del gran espíritu, lo que encontró en sus ojos fue terror. No un miedo común, sino el mismo pavor que acecha a una presa moribunda en las fauces de su cazador.

El terror de un gran espíritu de Aaru es algo terrible. Se filtraba por los ojos, se vertía en los oídos, impregnaba la piel y se incrustaba en el corazón. Nunca antes había sentido una desesperación semejante. Deseó arrancarse la vida a mordiscos, deshacer sus huesos y huir, huir muy lejos de allí.

—Como desees —susurró la voz profunda del diablo en su interior. Las sombras le envolvieron y sus recuerdos se volvieron borrosos.

Solo recordaba el camino. Recordaba caminar. Un pie tras otro. Recordaba el muro, con millones de desgraciados atados a sus columnas de hueso, luchando por escapar. Caminar sin rumbo, sin noción del tiempo. Recordaba la alta torre y el sendero que la unía al mar. La ausencia de día y noche, la carencia de brisa o lluvia. Recordaba las entrañas de la tierra, sulfurantes con la sangre del mundo. La vida deshaciéndose en jirones sobre el viento. Las fauces empinadas, rozando el cielo.

Podría haber transcurrido una noche o un siglo cuando descendió de aquel mural. La boca pastosa, los pies pesados. Apenas podía arrastrar su propio peso. No sentía hambre ni dolor; había trascendido todo aquello. Pero tenía sed. Y una quemazón lacerante en el abdomen.

No les percibió al acercarse. Eran sombras, figuras oscuras que sus ojos marchitos apenas distinguían. Tampoco los escuchó, salvo el reverberar de sus voces, como si le hablaran desde el fondo de un río. Y, sin embargo, lo llevaron con ellos. Luego sobrevino la inconsciencia.

El profundo aroma de las hojas secas de Cepire lo arrancó de su letargo. Se encontraba débil. A su alrededor, un anciano agitaba ramas encendidas, dejando que el humo danzara sobre su cuerpo. Ardía en fiebre; lo supo por la sequedad de sus labios y la conciencia nebulosa. Trató de incorporarse, pero solo su espíritu obedeció. Su cuerpo permaneció inerte sobre las parras. Y entonces se vio a sí mismo: Un cadáver. Jirones de piel se aferraban a sus huesos, la palidez del muerto se había apoderado de sus mejillas. Quizás ya no pertenecía al mundo de los vivos.

Despertó de nuevo con los rayos del sol. No sabía cuánto tiempo había transcurrido, pero un dulzor extraño cubría sus labios, como flores en primavera. Un murmullo lo sobresaltó: en el umbral de la tienda dos niños reían antes de esfumarse, al igual que su consciencia.

La tercera vez que despertó, una mujer madura frotaba su cuerpo con un estropajo sin misericordia. Untaba su piel con arena y la restregaba con vigor. Sintió la piel desgarrarse bajo su furia. Debió haber emitido un quejido, porque ella detuvo el movimiento y llamó en una lengua desconocida.

Esta vez no sucumbió al sueño. Mareado, débil, pero entero. Volvía a ser Darvus Siúil.

La imagen de un guerrero consumido por el hambre y el cansancio emergiendo de un lugar lleno de sombras.

Fase de preparación

1. Reloj de Corrupción

El primer paso consiste en establecer el Reloj de Corrupción del enclave actual. Quiero empezar con calma, así que voy a poner un reloj de 4 sectores, con 2 ya marcados. Es decir, la corrupción ya se ha manifestado, pero todavía se mantiene en un punto controlado.

Progresión del reloj de corrupción del enclave Cicindela 2/4.

Pero aquí surge un problema: ¿cómo justificar un reloj de solo cuatro sectores si la situación en Las Aldeas del Escarabajo Errante parece mucho más grave? Para solucionar esto voy a usar una pequeña artimaña narrativa: en la descripción se habla del asentamiento más oriental. Si nos fijamos en el mapa, alrededor de Viento Fronterizo hay varios asentamientos. Darvus está en el más cercano a las ruinas, que además es el más al sur. Esto significa que los hombres-insecto han comenzado su expansión desde el este y avanzan hacia el sur, por lo que en este enclave apenas está empezando la amenaza.

Para darle más empaque y coherencia con la gestión de localizaciones en Luna Roja, este asentamiento tendrá un nombre propio: Cicindela, en honor al escarabajo tigre.

Pequeña modificación en las reglas: A partir de ahora, siempre que un enclave tenga un Reloj de Corrupción, también se asignará un diablo como causante. Así acentuamos la influencia de estas entidades en la ambientación. La asignación será normalmente por tirada.

Pregunta al oráculo de los Diablos ¿Quién está detrás de la corrupción en las Aldeas del Escarabajo Errante?

  • 🎲 Oráculo de los diablos 1d12+1 → (8+1) = 9 Lushka, La Reina de la Noche. Una mujer de belleza inhumana, con alas de murciélago y ojos que emiten un fulgor rojo. Su cabello flota como si estuviera sumergida en agua oscura. Área de Influencia: independencia destructiva, sexualidad emancipada y rechazo de las normas impuestas. Seduce y devora almas vulnerables.

También debo establecer el Reloj de Corrupción de la región en la que estamos: Viento Fronterizo. Los relojes de las tres grandes regiones son de 16 sectores. Para determinar cuántos están marcados, haré una tirada de 3d4. Mi línea de pensamiento es que el sector más afectado por la corrupción debe ser El GRan Bosque, el segundo siguiendo de cerca será Bastión de las Eras y finalmente Viento Fronterizo debe ser el sitio dónde hay corrupción, pero es más leve. Con 3d4 tendremos entre 3-12 puntos, que me parece un buen punto dónde empezar. Veamos con la tirada.

¿Cuántos sectores están marcados en el reloj de corrupción de Viento Fronterizo?

  • 🎲 Tirada de corrupción 3d4 → (4,1,3) = 8 sectores marcados.
Progresión del reloj de corrupción del enclave Cicindela 8/16.

Darvus emergió de la improvisada choza que le habían levantado, agitando la cortinilla de cuencas de caracol con un gesto torpe. La luz del sol, demasiado intensa tras tanto tiempo en las sombras, le obligaba a proteger sus ojos con las manos. El aire denso pesaba sobre su piel como una losa, y el suelo ardía bajo sus pies desnudos. Era apenas un eco del guerrero que alguna vez fue.

Los habitantes de la aldea, todos ellos Angkors, se agolparon a su alrededor, observándole con ojos desmesurados, expectantes, como si en cualquier momento fuera a desplegar alas de murciélago y abalanzarse sobre ellos para devorarlos. Pero aquel hombre maltrecho apenas si tenía energías para mantenerse en pie. En cierta forma eso resultó ser una decepción para todos.

Un murmullo de voces estalló unos metros más adelante. Una mujer forcejeaba con desesperación, aferrando a un niño al que otros intentaban encerrar en una de las chozas de adobe. La lucha cesó cuando el anciano que había velado junto a Darvus posó su mirada sobre el recién recuperado. Al principio sorprendido, luego preocupado. El imperial, sin embargo, centró su mirada en el niño, cuya piel parecía haber adquirido un matiz verdoso, y cuyos ojos cómo dos pozos negros reflejaban algo inhumano.

Una mujer joven y de porte firme le dedicó una mirada severa a Darvus antes de girarse abruptamente. Sujetó a la madre por los hombros y la arrastró al interior de la choza, dando por zanjada la disputa. Luego, con la ayuda de otros, cerraron la entrada con una esterilla y comenzaron a tapiarla con barro fresco. Estaban sellando su destino. Algo oscuro se cernía sobre este lugar. Pero Darvus tenía poco margen de acción. Si los aldeanos tenían planes para él, difícilmente podría oponer resistencia.

El anciano se acercó con una calma inquebrantable.

—Mi nombre es Rith'kai. Aquí, mi voz es escuchada —dijo, señalando a su tribu.

—Yo soy Darvus... —el imperial titubeó—. Darvus Siuil.

—Has dormido mucho tiempo, soñando entre sombras. Es momento de que despiertes al mundo. Los espíritus del sur te han llamado. Debes ayudarnos.

Darvus siendo recibido por Rith'kai en la aldea de Cicindela.

2. Tirada de Situación

El siguiente paso después de la corrupción es establecer la situación que se encontrará Darvus en el enclave. Para ello se realiza una tirada de 2d6. Si ha tenido un viaje favorable o conoce la zona y sus gentes, se elige el dado más alto, de lo contrario, el más bajo. Dado que Darvus está completamente desorientado, tanto por el lugar donde ha despertado como por la época en la que se encuentra, tomaré el valor más bajo.

  • 🎲 Tirada de situación → 2d6kl: (5,5) = Éxito parcial. La posición es arriesgada. La Corrupción se manifiesta. Aparecen amenazas (u oportunidades). Se puede abrir un reloj de obstáculo de seis sectores. Si hay algún reloj de peligro activo, avanza un sector.

Elijo abrir ese reloj de obstáculo, que para esta situación será la desconfianza de la comunidad que ha rescatado a Darvus. Al fin y al cabo, es un imperial, y la gente de Rukhia no ve con buenos ojos a quienes podrían considerar los culpables de su situación. Será interesante explorar por qué, a pesar de ello, han decidido ayudarlo.

Reloj de Obstáculo: Desconfianza de la comunidad Cicindela 0/6.

Para añadir más contexto, aprovecharé el Oráculo de Amenazas/Oportunidades (página 164 del manual).

  • 🎲 Amenazas/Oportunidades en Viento Fronterizo 1d66 → (23) Bajo los cimientos de algunas ciudades, persisten restos de aldeas de las primeras tribus en los que se han erigido extraños altares.

Parece evidente que este hallazgo debe estar vinculado a la corrupción de los hombres-insecto. Lo que aún está por determinar es si supone una amenaza o una oportunidad…

Mientras el anciano comentaba con Darvus las vicisitudes de las tribus de El Escarabajo Errante, la mujer de semblante severo no apartaba la vista del forastero. Plantada a unos pasos, acariciaba el mango de su kukri con la familiaridad de quien ha decidido en qué punto del vientre hundirá la hoja. Darvus conocía esa mirada. Sabía que, en su mente, ella ya lo había destripado varias veces.

—La corrupción ha cruzado las fronteras del Gran Bosque —prosiguió Rith'kai, su voz impregnada de gravedad—. Se extiende sobre nosotros como un gélido viento del norte.

—¿Corrupción? —repitió Darvus, aunque ya intuía la respuesta. Había visto lo que el anciano comentaba, lo vio múltiples veces durante su periplo, pero nunca le había puesto nombre.

—Hace mucho tiempo, cuando los imperiales dieron muerte al Gran Espíritu del Mundo, los Taegii huyeron de estas tierras —continuó el anciano—. La mayoría de ellos lo hicieron, se dispersaron cómo cenizas en una tarde de otoño.

Algunos aldeanos habían vuelto a sus quehaceres, aunque lanzaban miradas furtivas hacia el forastero. Unos pocos se mantenían cerca, escuchando. Cada tanto, alguien cruzaba la mirada con la guerrera. Advertían en silencio. Prevenían sobre el peligro que representaba aquel hombre.

—... la corrupción pudre la carne y envenena la mente —concluyó Rith'kai—. Es putrefacción y locura.

3. Acciones en el Enclave

A partir de aquí, se sucederán una serie de escenas, tantas como sean necesarias, antes de pasar a la Incursión. El objetivo de estas escenas será identificar la fuente de la corrupción, localizar su epicentro y descubrir la forma de combatirla.

¡Que comience el juego!

—Espera... ¿Has dicho hace mucho tiempo? ¿Cuánto exactamente? ¿Cuándo dimo.. dieron muerte a la criatura del bosque? —inquirió Darvus, la ansiedad asomando en su voz.

El anciano entornó los ojos, estaba demasiado viejo para medias verdades.

—Hace trece ciclos y una eclosión. Cincuenta y tres años, según los registros imperiales —Contestó remarcando la última palabra.

Cincuenta y tres años.

Darvus sintió un escalofrío. Sabía que el tiempo en el Velo no fluía de la misma manera, pero nunca había podido cuantificar su periplo. ¿Había sido un día? ¿Un siglo? Ahora lo sabía. Levantó las manos y las examinó. Si había pasado cincuenta y tres años caminando, entonces ahora tendría noventa y cuatro. Pero aquellas no eran las manos de un anciano. Seguían firmes, ágiles.

¿La vitalidad del diablo le mantenía joven? ¿Seguía dentro de él? ¿No se había librado de su maldición?

—Nosotros rezamos a los espíritus de los vientos del sur para que nos dieran su bendición con su cálido aliento —interrumpió Rith'kai—. Aunque la corrupción ha cruzado las aldeas orientales, no hemos sido ajenos a ella.

Señaló la choza tapiada. Darvus notó que no era la única. Había otra, al menos, cerrada de la misma manera.

—Es una muerte cruel —murmuró Darvus.

—No están muertos, sólo separados de nosotros —corrigió el anciano, señalando un pequeño agujero en la parte superior de la choza—. Les alimentamos, pero eso no detiene su condición.

—¿Y qué esperas de mí?

—Que nos ayudes.

—¿Cómo?

—Los Taegii te guiarán.

Darvus soltó un resoplido.

—Pareces muy seguro de que soy la respuesta a tus plegarias.

—Seguimos las señales: “En las ruinas está la esperanza” susurró el viento en nuestra plegaria.

—Pero así como estoy, no puedo ser útil a nadie.

—Te recuperarás.

—¿Ellos tienen tanto tiempo? —preguntó Darvus, clavando la vista en la choza tapiada.

Rith'kai bajó la mirada. —No —admitió con tristeza—. Y nosotros tampoco.

Dicho esto, se levantó con la solemnidad de los ancianos y se alejó. Pero la mujer no se movió. Seguía observándole, con los dedos aún posados sobre la empuñadura de su arma.

Darvus y Rith'kai congeniando mientras son vigilados de cerca por una guerrera de la aldea.

Esta primera escena me servirá para empezar a superar el obstáculo "La desconfianza de la comunidad de Cicindela". He querido reflejar en la ficción que las conversaciones entre Darvus y Rith'kai fueron extensas, por lo que haré una tirada de Influencia para determinar qué impresión ha causado en el anciano. Si el imperial logra ganarse el favor de Rith'kai, tendrá una puerta de entrada a la comunidad.

Darvus no tiene bonificadores en Influencia. Podría sumar +1d6 si estuviera luchando por su Instinto, pero no es el caso, y tampoco está recibiendo ayuda. No veo adecuado que pueda invocar a los Taegii, ya que Darvus no sabe cómo hacerlo. Él conoce a los Diablos, y estos representan la corrupción. Así que las únicas opciones que le quedan son abrazar la corrupción y/o gastar un punto de Impulso. Voy a hacer ambas cosas, lo que me permitirá tirar 2d6.

Siempre que se realiza una tirada de acción, se debe establecer la posición, que define las posibles consecuencias de fallar, y el efecto, que determina el impacto de un éxito. En este caso:

  • Posición: Controlada → Darvus no está en peligro inmediato, así que las consecuencias en caso de fallo serán menores.
  • Efecto: Estándar → Hay factores a su favor (la esperanza de Rith'kai de haber encontrado la respuesta de los Taegii) y en contra (la animadversión hacia los imperiales entre los nativos).
  • 🎲 Tirada influir 2d6 → (3*,5) El dado de corrupción ha sido el menor, por lo que Darvus no obtiene un punto de corrupción. El resultado es un éxito parcial.

Obtiene el efecto estándar (avanza 2 sectores en el Reloj de Obstáculo), pero hay una consecuencia leve. Actualización de la ficha de personaje.

Reloj de Obstáculo: Desconfianza de la comunidad Cicindela 2/6.

La consecuencia inmediata que se me ha ocurrido es que la mujer que lleva días sin quitarle el ojo ahora ve a Darvus como una amenaza directa. Si antes su relación con ella era tensa, ahora se ha vuelto prácticamente irreconciliable.

Veamos cómo fue esa conversación con Rith'kai…

Las visitas del anciano se volvieron una costumbre. Cada tarde, acudía a la choza de Darvus, indagando sobre su estado y su decisión. Se mostraba como un buen anfitrión, paciente y sereno, hasta que finalmente el imperial le enfrentó.

—Has venido a buscar una respuesta, pero no puedo darte la verdad de tus espíritus —dijo con sequedad.

—No, no puedes —concedió el anciano.

—Pero soy consciente que me habéis salvado la vida. Estoy en deuda.

—Es nuestra costumbre ayudar a los caminantes. Y tú eres uno.

—Entonces, por esa ayuda, estoy dispuesto a colaborar.

—Lo sé —respondió Rith'kai con la certeza de quien escucha palabras conocidas—. Por eso los espíritus te han enviado.

Darvus cerró los ojos, frustrado. Sabía que el anciano lo evaluaba, escrutando cada palabra, cada ademán. Si quería salir de esto, necesitaba ganarse su confianza. Así que llamó a una puerta creía cerrada.

—Tenemos que salir de aquí con vida —pensó para sí mismo—. Si estás ahí, es el momento de aparecer.

Rith'kai sonrió. Sus ojos se tornaron como dos pozos negros, al igual que los del niño días atrás.

—Así que vuelvo a ser útil después de todo —dijo el anciano, pero su voz no era suya. Era un eco cavernoso, un rugido de otro mundo.

—¿Qué necesita para confiar en mí? Lee sus deseos.

—La verdad. Quiere oírla de tu boca.

—¿Toda la verdad?

—¿Qué es toda la verdad? —la entidad rió amargamente—. Sólo conoces una fracción ínfima, como la criatura inmunda y patética que eres.

—Largo —ordenó Darvus.

Darvus pide al demonio que lleva en su interior que averigue lo que Rith'kai espera de él.

El anciano volvió a ser él mismo. Se tomó un momento para recuperar el aliento antes de hablar con suavidad:

—Aún necesitas recuperarte. Pero para ello, debes salir de tu confinamiento. Además, debes empezar a comer bien. No hay fuerza en el té y la pasta de garbanzos que te ofrecemos.

Darvus suspiró. Miró el fuego que titilaba en el centro de la aldea, proyectando sombras danzantes en las paredes de barro de las chozas cercanas.

—Yo estuve allí —dijo finalmente—. En la lucha contra El Forjamundos. En el corazón del bosque. Allí donde le dimos muerte.

Rith'kai guardó silencio y cerró los ojos, como si le hubiesen recordado un dolor muy profundo.

—Fue mi hoja la que cercenó la primera de sus cabezas —continuó Darvus—. Debido a eso he estado condenado a vagar por Aaru durante años.

Se quedaron en silencio largo rato. Afuera, la vida en la aldea seguía sin perturbaciones. A pesar de los exabruptos de la corrupción, cada cual desempeñaba su labor con resignada normalidad. La mujer guerrera había relajado su vigilancia sobre el forastero, aunque siempre había alguien que parecía haber heredado la tarea, observándole desde las sombras.

—Debes recuperar fuerzas si vas a sernos de utilidad. Nadie en la aldea está dispuesto a compartir su caza contigo. Tendrás que cazar. Mañana sale una partida —sentenció el anciano.

Se levantó y se marchó, dejando al imperial sólo con sus pensamientos. Darvus no estaba seguro de que había logrado. Esperaba que aquello le hubiera granjeado la confianza que buscaba en Rith'kai. Tendría que esperar para comprobarlo.

En esta segunda escena tendré la oportunidad de seguir superando el obstáculo "La desconfianza de la comunidad de Cicindela" demostrando ser realmente útil.

En este caso, usaré la habilidad Cazar. Darvus tampoco tiene ningún punto en esta habilidad, no puede invocar a los Taegii y nadie le está ayudando, por lo que solo le queda gastar su último punto de Impulso y/o abrazar la corrupción. Creo que haré lo segundo y dejaré el punto de Impulso para la incursión. En total tengo solo 1d6 para esta tirada.

En cuanto a la posición y el efecto:

  • Posición: Desesperada → Iba a poner arriesgada por su aún frágil estado de salud, pero la subo a desesperada por la consecuencia leve de la escena anterior: la mujer guerrera está conspirando contra el imperial.
  • Efecto: Excelente → Los Cicindelís no son ajenos a lo que está ocurriendo. Si Darvus sale adelante a pesar de las condiciones en contra, tendrá un gran impacto en su reputación.
  • 🎲 Tirada caza 1d6 → (4*) El único dado era el de corrupción, por lo que Darvus obtiene su primer punto de corrupción. El resultado es un éxito parcial.

Cómo la posición es desesperada tengo la opción de conseguir lo que quería a cambio de sufrir una consecuencia grave. Que puede ser:

  • Entrar en shock y recibir una herida.
  • Causar un efecto reducido.
  • Experimentar una complicación (se abre un reloj de peligro).
  • Perder una pieza de equipo especial.

De estas opciones escojo entrar en shock y recibir una herida. Creo que con la idea que tengo en la cabeza de cómo puede ir la escena de caza encaja perfectamente. Por lo tanto marco tres sectores del reloj de obstáculo. Además por haber resuelto una acción desesperada obtengo +2PX y por haber empleado violencia desatada para resolver la acción +1PX. Actualización de la hoja de personaje.

Reloj de Obstáculo: Desconfianza de la comunidad Cicindela 5/6.

Que dicho lo cual, veamos cómo fue.

La claridad apenas despuntaba en el horizonte cuando la mujer se acercó a la tienda. La noche aún dominaba el mundo con su azul profundo. Darvus escuchó sus pasos pesados, deliberadamente ruidosos para despertarlo. No era necesario. Desde que pasó años en letargo, el sueño se había vuelto una sombra distante, y la vigilia era su única realidad.

Salió de la pequeña choza, apartando la cortina de caracoles que tintinearon suavemente con la brisa. Afuera, lo recibió la mirada feroz de la mujer. Un recordatorio de que aún era un forastero en aquel lugar.

—Nhean’Koh es mi nombre —dijo sin preámbulos—. Vendrás con nosotros, pero no serás nuestra carga.

Dejó caer un arco, un carcaj y una lanza frente a él.

—Espero que sepas usarlos. Si no, déjalos. Su peso será un lastre.

Sin esperar respuesta, se dio media vuelta y emprendió la marcha. Darvus recogió las armas con un gesto lento. No tenía ropa adecuada para el viaje, sólo el camisón con el que había despertado. El cuero del carcaj le raspaba la piel desnuda, y la lanza le pesaba más de lo que debería. Lo que menos le molestaba era la tierra bajo sus pies. Cincuenta años de vagar habían hecho de él un hombre sin suelas.

El grupo abatió un gran lagarto en una poza, Darvus aprovechó esta parada para dejar la lanza. Tres cazadores se quedaron a preparar el cadáver mientras el resto seguía adelante. Sólo Nhean’Koh permanecía cerca de él. Los demás parecían evitarlo.

A lo largo de la travesía los arqueros cazaron aves pequeñas sin detenerse. Los menores del grupo recorrían la floresta recogiendo los pequeños premios. El grupo seguía avanzando, buscando un premio de caza adecuado para dar por finalizada la expedición. Finalmente dieron con una animal apropiado: un berraco de gran tamaño escondido entre zarzas. Las señales de los cazadores surgieron de todas partes. Una flecha certera voló, pero no bastó para atravesar la piel gruesa del animal. El jabalí se enfureció y cargó enloquecido contra sus agresores.

Algunos cazadores se encaramaron a los árboles mientras otras flechas fallaban su objetivo. Nhean’Koh, con la lanza en mano, se posicionó frente a un tronco grueso y emitió un silbido agudo. Los cazadores su pusieron mano a la obra atrayendo a la bestia en su dirección.

Darvus vio su oportunidad. Se adelantó a la cazadora unos pasos y tensó el arco, pero la cuerda se rompió con un chasquido seco, dejándolo expuesto. La mujer sonrió, casi como si lo hubiera previsto.

El instinto de Darvus rugió en su interior. Su figura se envolvió en una niebla oscura. En Aaru, sus manos se alargaron en garras y su boca se llenó de colmillos desmesurados. La bestia embistió, pero él giró ágilmente usando el impulso de la criatura en su favor, se aferró como un depredador a su cuello. Sus garras se hundieron en la carne de los costados, su boca se cerró sobre la garganta del animal.

En Ur, el berraco y el imperial rodaron entre los matorrales. Cuando los cazadores llegaron, encontraron a Darvus malherido, con una raja profunda en el pecho. Su boca, aún llena de sangre.

Nhean’Koh lo observó con una mezcla de desdén y decepción.

—Preparad el animal. Volvemos a la aldea.

Darvus volando por los aires con un Jabalí que acaba de embestirle.

En la tercera escena creo que es apropiado investigar la corrupción que ha sido insinuada a lo largo de las escenas pasadas.

Darvus vuelve de la partida de caza con la comunidad Cicendelí prácticamente en su bolsillo. Aún queda algún reticente, pero la mayoría escucharán ahora a Rith'kai en sus diatribas sobre los espíritus enviando a este hombre para ayudarles. Si el imperial va a ayudarles, necesita saber de dónde proviene la corrupción, qué la provoca y cómo enfrentarse a ella.

Para ello usaré la habilidad Armonizar. Darvus se sintonizará con esta zona y tratará de descubrir qué es lo que realmente está ocurriendo. Pero, sobre todo, intentará averiguar qué está detrás.

En Armonizar tiene 2 puntos de habilidad, por lo que tiene +2d6. Además, va a abrazar la corrupción (+1d6), ya que me lo imagino atravesando el velo para entender lo que ocurre desde el mundo de los espíritus. Y otro +1d6 por usar su Instinto, ya que está convencido de que detrás de esto hay un espíritu diabólico, que es su vínculo espiritual. Para un total de 4d6.

En cuanto a la posición y el efecto:

  • Posición: Controlada → Va a investigar la corrupción de un enclave de cuatro sectores con dos marcados, estamos empezando suave con la corrupción. Además, lo hará dentro del enclave, por lo que no se está poniendo en riesgo.
  • Efecto: Limitado → La razón por la cual no corre riesgo es la misma por la que su acción pasará prácticamente desapercibida para la comunidad, así que ayudará poco o nada de cara al obstáculo que tiene por delante.
  • 🎲 Tirada Armonizar 4d6 → (5,3,2,1*) El dado negro fue el más bajo, por lo que la corrupción no sube y obtengo un éxito parcial.

Como he obtenido un éxito parcial con una posición controlada, puedo conseguir lo que quiero a cambio de una consecuencia leve o volver a intentarlo desde una posición arriesgada. Voy a elegir lo segundo.

  • 🎲 Tirada Armonizar 4d6 → (6,5,4,3*) El dado negro de nuevo es el más bajo, por lo que la corrupción no sube y obtengo un éxito total.

¡Celebremos el primer 6 de la partida!

Con un éxito total, Darvus consigue su objetivo. Vamos a ver cómo ha sido ese pequeño garbeo por Aaru para desentrañar la corrupción de este lugar, lo que además le reportará el último sector marcado del obstáculo "La desconfianza de la comunidad de Cicindela"*.

* En este punto olvidé que Armonizar es la habilidad predilecta de Darvus lo que le da un +1 al efecto. Igualmente quedaba un único punto del reloj de obstáculo.

Reloj de Obstáculo: Desconfianza de la comunidad Cicindela 6/6.

Tras la caza, la aldea se sumió en una celebración encendida por el fuego y el júbilo. En la lumbre crepitaban las carnes del animal sacrificado junto a otras viandas, mientras el aroma de la comida se entrelazaba con las voces que narraban historias antiguas, con las canciones que evocaban tiempos gloriosos y con los pasos de un baile tan viejo como la tribu misma. De las barricas de barro enterradas en la tierra emergía el licor fermentado, nutriendo la euforia de la noche.

Darvus fue atendido por la esposa de Rith'kai, una mujer de mirada severa y manos firmes, carentes de cualquier ternura. Le había vendado el torso con una tela apretada hasta el dolor, fijando en su pecho cataplasmas de hierbas curativas. La herida atravesaba su pecho de costado a costado; sanaría, pero el proceso sería largo y tortuoso.

El imperial recibió una invitación a la mesa. Muchos lo trataron con cortesía, aunque no con calidez. Su presencia era tolerada, pero aún no aceptada. Entre los aldeanos, un grupo liderado por Nhean’Koh le dirigía miradas de desaprobación, ojos duros que pesaban sobre él como piedras al rojo vivo.

Conforme la noche avanzó, los festejos fueron menguando y los aldeanos se retiraron a sus chozas. Algunos hombres recogieron los restos de la comida y, con movimientos mecánicos, los arrojaron por los agujeros de la chozas tapiadas. Alimentaban a los que moraban dentro, les mantenían con vida, pero aquello no podría considerarse digno.

Darvus se escabulló en la noche hacia las afueras del poblado. En un claro donde la luna bañaba la tierra con su fulgor pálido, comenzó un ritual.

Se había procurado un cuenco con la sangre aún tibia del animal y un tizón de la hoguera en la que fue consumido. Con este último, trazó símbolos en la tierra, runas ancestrales cuyos significados eran tan antiguos como el mundo mismo. Luego, empapó sus dedos en la sangre y escribió sobre su propia piel los nombres de los doce Diablos seguidores, omitiendo solo al mayor traidor, el más grande de todos: Luhariel. Con cenizas y sangre clamó al poder demoníaco, desgarrando el velo entre mundos. La sombra lo envolvió y, en un susurro de tinieblas, cruzó el umbral.

Aaru, la tierra de los espíritus, se reveló ante él con su distorsionada percepción del espacio y el tiempo. Lo lejano podía verse con claridad, mientras lo cercano se disolvía en una bruma impenetrable. Con los ojos encendidos en una luz mortecina, contempló a los hombres-insecto. Sus cuerpos mutados, con rostros repletos de ojos resplandecientes, mandíbulas que se cruzaban en un enredo de pinzas y caparazones quitinosos que resplandecían con reflejos enfermizos. Sus extremidades se doblaban en ángulos imposibles, con rodillas que se quebraban en tres o cuatro pliegues.

El aire vibraba con el sonido de su lenguaje: un claqueteo incesante de mandíbulas restallando en patrones rítmicos. Todos giraban en torno a una figura colosal: una monstruosidad larvaria de la que surgía la silueta de una mujer. Seis patas de alacrán se aferraban al suelo, sus mandíbulas babeaban un líquido espeso y almibarado, y sus ojos, grandes como los de una avispa, reflejaban la demencia de su reinado. El néctar oscuro fluía de su boca en un manantial pegajoso. Sus zánganos se retorcían, ávidos de probarlo, entregados al frenesí de la adoración. Bebían, danzaban en torno a ella hasta alcanzar un éxtasis salvaje, y en ese clímax, subían sobre su forma larvaria, fecundándola en un último estertor que los dejaba vacíos, sin vida, cascarones secos que la reina devoraba con ansia voraz, como una mantis tras la cópula.

—¿Quién es ella? —preguntó Darvus, su voz apenas un soplo en la brisa de Aaru.

—¿Quién pregunta? —respondió el vacío.

—El cazador que llama a tu puerta. La perdición del Forjamundos. El portador de la corrupción. Tu cárcel.

—Entonces, que tus días sean cortos y tu sangre se convierta en arena.

—Iré hasta ella y la enfrentaré. Quizá me devore. Pero conmigo irá tu esencia. Habrá una nueva líder en el inframundo.

—O quizás me engendre en sus huevos. Renaceré desde las entrañas de un insecto, y reclamaré lo que es mio por derecho. La libertad que me has arrebatado.

—¿Estás dispuesto a correr el riesgo?

Los ojos compuestos de algunos zánganos se posaron sobre la figura espectral de Darvus. El claqueteo aumentó en intensidad, su ritmo ordenado se quebró en un estrépito caótico. Y como si el eco de sus palabras hubiera encendido una señal invisible, un cántico chirriante se propagó por el valle, alcanzando las tres chozas tapiadas en la aldea. Las paredes de estas vibraron con golpes desesperados desde su interior, hasta que una de ellas estalló en una nube de astillas y barro, liberando a una criatura alada.

Su forma era un híbrido monstruoso entre humano e insecto. Medía casi dos metros, y el batir de sus alas era un zumbido afilado que perforaba los oídos. De su cráneo emergían dos bultos oculares deformes, sus mandíbulas se habían transformado en largas pinzas, y de su espalda brotaba un caparazón quitinoso de un verde esmeralda fulgurante. No estaba solo. Otros tres escaparon de las chozas liberadas, sumándose al coro de la noche con su resonante letanía.

—Su nombre es Szikheth, la Reina del Néctar Oscuro —susurró la voz en su interior—. Si deseas conocer más, tendrás que leerlo en las entrañas de su progenie.

Darvus realizando un ritual con ceniza de la hoguera y sangre del berraco que ha cazado.

En Luna Roja los combates se resuelven creando un obstáculo, con la diferencia que ahora no realizaré varias escenas para resolverlo, sino que lo tendré que resolver cómo parte de la escena en la que estamos actualmente.

He decidido que las aberraciones que se lanzan contra Darvus serán un obstáculo de cuatro sectores, apropiado ya que son cuatro los bichos y que, cómo ya dije antes, quiero empezar simple para ir incrementando las dificultades con el tiempo.

A este obstáculo le llamaré:

Reloj de Obstáculo: Ataque de las aberraciones insectoides 0/4.
  • Posición: Arriesgada → Tal cómo viene la narración, he forzado en una situación controlada, lo que me llevó a una situación arriesgada. Lo suyo es que así siga siendo.
  • Efecto: Estándar → Por un lado son criaturas recién transformadas, por lo que no deberían ser muy peligrosas. Además vamos a realizar todo el enfrentamiento en Aaru, dónde el arquetipo del caminante es especialmente diestro. Pero sigue estando debilitado, herido y desarmado.

En el primer asalto hay que deshacerse de cuantos más mejor. Así que voy con pelea. Darvus tiene un punto en pelea por lo que van +1d6, y abrazaré la corrupción para atravesar el velo y usar las armas que el diablo le otorga. En total +2d6.

  • 🎲 Tirada pelea 2d6 → (4,3*) El dado negro fue el más bajo, por lo que la corrupción no sube y obtengo un éxito parcial.

Con una posición arriesgada el éxito parcial me permite obtener lo que quiero a cambio de una consecuencia media. En este caso escojo un efecto reducido, marcando sólo un sector en lugar de dos.

Reloj de Obstáculo: Ataque de las aberraciones insectoides 1/4.

Segundo asalto voy con saquear. Esta vez Darvus les tiende una trampa escondiéndose en las sombras y usando su habilidad de caminante para golpear por sorpresa.

Misma posición y efecto. En saquear tengo 2 puntos que son +2d6 y sumaré otro +1d6 por abrazar la corrupción.

  • 🎲 Tirada saquear 3d6 → (6,5,3*) El dado negro fue el más bajo, por lo que la corrupción no sube y obtengo un éxito total.

Con un efecto estándar eso son dos sectores del obstáculo que se tachan. Además al haber utilizado la capacidad de evasión del arquetipo caminante para este enfrentamiento obtengo +1PX. Actualización de la ficha de personaje. Ya sólo queda una criatura por delante.

Reloj de Obstáculo: Ataque de las aberraciones insectoides 3/4.

Para el último asalto (espero que sea el último asalto), repito pelear. Estando en un uno contra uno, lo suyo es que Darvus vaya de frente para deshacerse de la criatura.

  • 🎲 Tirada pelea 2d6 → (5,2*) El dado negro fue el más bajo, por lo que la corrupción no sube y obtengo un éxito parcial.

Esta vez escojo de nuevo que la consecuencia sea un efecto reducido marcando el último sector del obstáculo de los insectoides y dando el combate por concluído.

Reloj de Obstáculo: Ataque de las aberraciones insectoides 4/4.

La niebla de Aaru danzaba a su alrededor como un velo vivo, plegándose y deslizándose sobre su piel marcada con la sangre del ritual. El zumbido de las alas chasqueantes se intensificó mientras las cuatro aberraciones se lanzaban sobre él, rompiendo la quietud con su ansia voraz.

Darvus estaba desarmado, pero en Aaru, el poder del diablo le dotaba de otras herramientas. Alzó una mano, y la sombra misma pareció cobrar forma, solidificándose en un filo negro y vibrante. La corrupción lo atravesó sin consumirlo, un pacto frágil con las fuerzas que acechaban más allá del velo. Cuando el primero de los insectoides saltó con sus pinzas extendidas, él se deslizó bajo su ataque y desgarró su caparazón con un tajo certero. Fue suficiente para acabar con la criatura, su exoesqueleto resquebrajándose con un sonido seco y quebradizo.

Los otros tres rodearon a Darvus, su cántico chasqueante transformándose en un clamor impaciente. Retrocedió en dos saltos, su silueta difuminándose en la penumbra, fundiéndose con las sombras que lo envolvían como un sudario, desapareció entre jirones. Las criaturas zumbaron desesperadas buscando su rastro, impacientes. Con el sigilo de un espectro, emergió de la negrura y hundió su filo de sombra en la nuca de una segunda bestia. Un alarido atravesó la irrealidad del lugar cuando la criatura se desplomó con espasmos violentos. En un instante, una tercera cayó de la misma manera, apenas logrando girarse antes de que Darvus cortara su esencia con un movimiento implacable.

Solo quedaba una. La criatura, más consciente que las demás de su propia mortalidad, dejó escapar un chirrido estridente. Sus patas se replegaron y su cuerpo vibró con un frenesí descontrolado. Sin la ventaja del sigilo, Darvus avanzó de frente, desafiándola. El monstruo se lanzó sobre él, sus pinzas buscando atrapar su carne. Pero el imperial se movió con precisión, esquivando por un resquicio mínimo y dejando que su brazo se moviera por inercia. La sombra de su arma cortó, y la criatura se quebró en un espasmo final, sus alas agitándose en un temblor involuntario antes de quedar inertes sobre el suelo de Aaru.

El eco de la batalla se apagó lentamente, dejando un silencio espeso, roto solo por la respiración entrecortada de Darvus. Se inclinó sobre el cadáver de una de las criaturas y hundió las manos en su interior, apartando la carne pegajosa que aún palpitaba con un residuo de vida. La viscosidad caliente de sus entrañas se adhería a sus dedos, un revoltijo grotesco donde lo humano y lo insecto se fusionaban en una abominación imposible. Murmuró las palabras del ritual, y la corrupción respondió.

Desde el interior del cuerpo profanado, un pedestal de huesos emergió con un crujido hueco. En su cúspide, un libro descansaba, encuadernado en pieles que aún susurraban con un lamento sin voz. Sus páginas se agitaron, pasando solas con un murmullo etéreo, revelando historias olvidadas de condenados y sombras. Finalmente, el texto se detuvo en un nombre que parecía rezumar veneno: Szikheth, la Reina del Néctar Oscuro. La patrona de estas aberraciones. Darvus leyó con atención las líneas profanas que narraban su origen, sus dominios y sus desdichados súbditos. Cuando terminó, cerró el libro con un chasquido seco.

Se incorporó, la sombra de su arma disipándose como un eco de la matanza. A su alrededor, los jirones de Aaru se deshilachaban en la nada, retirándose como un velo arrancado del mundo. Volvía a Ur. Cuatro cuerpos insectoides yacían a su alrededor, retorcidos en la muerte, una prueba de su victoria en un reino donde la realidad misma era maleable.

Darvus enfrentándose a cuatro insectoides en el mundo espiritual, Aaru.

Aunque resulte un poco videojuego me ha parecido divertido encontrar la información sobre corrupción en el libro de los malditos. No siempre la encontraremos así, pero será un tema recurrente. Aquí está lo que Darvus ha averiguado.

Nombre: Szikheth, Reina del Néctar Oscuro.

Descripción: Es una monstruosidad de las profundidades abisales, un ser a medio camino entre el horror primigenio y la seducción perversa. Su cuerpo principal es una mole larvaria, translúcida y palpitante, cuyos fluidos internos laten con una luz enfermiza. Desde su carne blanda y goteante se alza la silueta de una mujer con seis patas de alacrán que se clavan en el suelo con un chasquido seco. Su rostro, de belleza terrible, se oculta tras un par de mandíbulas quitinosas que chorrean un líquido espeso como la miel negra, un néctar que sus zánganos ansían desesperadamente. Sus ojos, enormes y multifacetados como los de una avispa, reflejan el frenesí de aquellos que caen bajo su dominio.

Rol y habilidades:
  • Su néctar no solo embriaga, sino que consume; quienes lo beben sienten un éxtasis avasallador que les fuerza a copular con ella hasta que su cuerpo queda vacío, su esencia succionada por la reina para alimentar su retorcida existencia.
  • Habla en un lenguaje de chasquidos, un sonido hipnótico que resuena en la mente de los incautos y los arrastra a su danza macabra.
  • Sus zánganos la veneran y sirven con devoción ciega, sacrificándose en un frenesí orgiástico en el que su muerte no es más que un peldaño en el ciclo hambriento de su señora.
  • Aunque es capaz de devorar a las criaturas que caen en su hechizo, físicamente es vulnerable. Su gran tamaño la hace torpe y su composición de larva insectoide cedería ante el más mínimo filo.
  • Szikheth es sirviente de Lushka, una de sus intermediarias en los rincones más oscuros de la noche, extendiendo su influencia a través del deseo y la destrucción.

Por lo que es una criatura vulnerable al daño físico. Su fuerte reside en que suele estar guardada por sus zánganos y sus poderes de seducción a través del cántico y el néctar que segrega de su boca.

La aldea se alzaba en la penumbra, silenciosa, pero no vacía. Un grupo de figuras lo esperaba a la entrada, iluminadas por la luz titilante de las antorchas. Entre ellas, Nhean’Koh se destacó con su porte rígido y su mirada que nunca terminaba de ser del todo humana. Su piel aún conservaba un matiz demasiado opaco, y sus ojos, oscuros y brillantes, estudiaron a Darvus con una intensidad calculada.

—Has cumplido con tu parte —dijo finalmente, con una voz que sonaba más a una constatación que a un agradecimiento. Luego, tras una pausa, añadió con un dejo de resignación—: Era algo que tenía que hacerse.

Había un mínimo de reconocimiento en sus palabras, pero ningún cambio en su juicio. Darvus podía ver en la tensión de su mandíbula y en la forma en que los otros se mantenían a una prudente distancia, que para ellos seguía siendo un extraño. O peor aún, un peligro. Un mal necesario, quizás, pero un mal al fin y al cabo.

Antes de que el silencio pudiera asentarse, alguien señaló hacia las chozas de las que habían escapado los monstruos. Varias personas ya se habían reunido allí, con expresiones de inquietud en sus rostros. Darvus avanzó hasta ellas, siguiendo las miradas hasta encontrar lo que captaba su atención.

En el suelo, oculto entre los restos de paja y madera de una de las cabañas destrozadas, se abría un agujero irregular. Sus bordes estaban húmedos y resbaladizos, como si la tierra hubiera sido apartada a la fuerza por manos inhumanas. De su interior exhalaba un aire denso y oscuro, un aliento terroso que olía a humedad y a algo más… algo rancio, antiguo.

—Esto no estaba aquí antes —murmuró uno de los aldeanos.

Darvus se inclinó, observando la negrura que se extendía más allá de la boca del agujero. No era un simple escondrijo. Había un descenso, un camino oculto que se adentraba en las entrañas de la tierra. Túneles. Quizás un nido.

—Hay que investigarlo —dijo, más para sí mismo que para los demás.

Las sombras medraban taciturnas, llamando con su familiar promesa de secretos y peligro.

Darvus observando los agujeros que dejaron los insectoides en el suelo.

Y con esto doy por terminada la fase de preparación de este inicio de partida. A mi me está resultando muy divertido jugar de esta forma, aunque reconozco que me está llevando muchísimo tiempo poder compilar toda esta información en un formato ameno para compartir en el blog. Hay muchos detalles que para hacer más sencillo el seguimiento me dan bastante trabajo, cómo los relojes, las modificaciones a la ficha, etc.

También está que esto consume mucho más tiempo de lo que parece, por lo que para sacar adelante sólo esta sección he tenido que sentarme a jugar unas 5 o 6 veces.

En todo caso yo creo que con el tiempo cogeré un poco más de práctica, lo que hará que todo resulte más fluido. Lo dejo por ahora y continuaré con el segundo capítulo que será la incursión en los túneles de los zanganos de Szikheth, la Reina del Néctar Oscuro.

Si has llegado hasta aquí ¡muchas gracias por leerme!

Comentarios

Entradas populares